De acuerdo con los expertos, en México tenemos aproximadamente 50 tipos de moles. Es sin duda uno de los platillos más representativos de nuestra gastronomía. Su origen se remonta a la época prehispánica, pero al igual que nuestra cultura, con el paso del tiempo se ha ido transformado.
El término proviene del náhuatl molli o mulli, y se refiere a varios tipos de salsas preparadas a partir de chiles y otros ingredientes. Cuenta con diversas variantes; tan sólo en el estado de Oaxaca cuenta con siete versiones: negro, rojo, amarillo, coloradito, verde, chichilo y manchamanteles.
Cada preparación varía en ingredientes y cuenta con la personalidad de su región. Existen diversas leyendas, desde que se creó por casualidad hasta que fue “un regalo divino culinario”. Alguno de los elementos que lo componen son: chiles secos y verdes, jitomate, cebolla, ajo, ajonjolí, chocolate, canela, pimienta, pepita de calabaza, cacahuate, almendras, clavo de olor, orégano y tomillo.